Durante una visita al Museo de Brooklyn, Angelo Siciliano (futuro Charles Atlas) quedó admirado por una estatua que representaba a Hércules. Víctima de las burlas y maltratos de sus compañeros del colegio desde que llegó a Estados Unidos con su familia procedente de Calabria, el enclenque muchacho pensó que, si fuera capaz de desarrollar una musculatura semejante a la del semidiós, sus problemas desaparecerían.
A partir de entonces, Siciliano comenzó a frecuentar uno de los gimnasios de la organización católica YMCA y a practicar severas rutinas de entrenamiento que, transcurridos algunos meses, no dieron los resultados esperados. A partir de entonces, guiado por la intuición y por la lectura de diferentes métodos de entrenamiento, Siciliano desarrolló un sistema propio que prescindía de los aparatos de gimnasio y los sustituía por ejercicios en los que propio cuerpo actuaba de aparato para generar la resistencia necesaria para tonificar los músculos.
En muy poco tiempo, el joven desarrolló una musculatura inusual para la época, lo que le permitió entrar a trabajar en las barracas de feria del parque de atracciones de Coney Island, en las que, bajo el nombre de Charles Atlas, hacía demostraciones de fuerza como, por ejemplo, partir una guía telefónica por la mitad.
La popularidad obtenida gracias a esos espectáculos, sumada a la estética clásica de su anatomía, hizo que varios escultores lo contratasen como como modelo para sus obras, tanto alegóricas como aquellas que representaban a próceres de la patria. De esta forma, el cuerpo de Atlas puede verse en una estatua que representa a la Gloria situada en Brooklyn, en la de George Washington situada en Washington Square Park de Nueva York o la de Alexander Hamilton delante del edificio del Tesoro.
A finales del siglo XIX, el editor Berbarr Macfadden aprovechó el interés por la salud física para lanzar Physical Culture, una publicación que sería el inicio de un importante holding empresarial del que formaban parte cabeceras que se convertirían en clásicos de la literatura pulp como True Detective, True Story, Dream World o Ghost Stories.
Para promocionar su publicación, Macfadden convocó en 1922 un concurso para elegir al hombre mejor desarrollado del mundo, que fue ganado por Atlas, tanto en esa edición como en la siguiente, lo que lo que convenció a Macfadden de no hacer una tercera convocatoria por entender que el culturista no tenía rival.
Con los premios obtenidos en esos certámenes, Charles Atlas decidió fundar su propia empresa y comercializar su método de entrenamiento físico vendiéndolo por correo. Sin embargo y a pesar de la popularidad de la que ya disfrutaba Atlas en ese momento, durante los primeros años la demanda no fue la esperada.
Aunque su método era eficaz, como certificaría en la década de los cincuenta la Federal Trade Commision, una suerte de organización gubernamental de defensa de los consumidores estadounidenses, la comunicación no acababa de impactar en el público objetivo. Por esa razón, en 1928 Atlas sumó a la compañía a Charles Roman, un experto en márketing que, entre otras decisiones, llamó al método Tensión dinámica para hacerlo más atractivo y desarrolló una serie de anuncios con mensajes aspiracionales, los cuales estuvieron apoyados por un estupendo plan de medios, en el que se apostaba por inserciones en revistas de cómics, publicaciones pulp o periódicos de tirada nacional de todo el mundo.
“15 minutos al día. Deme solamente este breve tiempo y le probaré que lo puedo hacer un hombre nuevo”, decía uno de los comerciales del método de Charles Atlas publicado en el diario español ABC. El anuncio se completaba con una fotografía de propio Atlas marcando músculos y un testimonio del deportista que pretendía aportar credibilidad al mensaje: “Yo mismo fui un alfeñique de 44 kilos”. Como colofón, al pie del anuncio se podía encontrar un cupón para solicitar un folleto ilustrado gratuito que había que enviar nada menos que al 115 East 23rd Street de Nueva York.
Mensajes semejantes aparecieron publicados en los tebeos de la editorial Novaro con titulares como Un cuerpo de Atlas en 7 días, al que se acompañaba un breve cómic titulado La ofensa que hizo de José un hombre de verdad (en inglés, The insult that made a man out of the mac), que narraba un episodio de abuso que había vivido el propio Atlas en su juventud. “Un día fui a Coney Island acompañado de una chica muy guapa. Mientras estábamos sentados en la arena, un salvavidas corpulento y fornido, o puede que fueran dos, me echó arena en la cara. No pude hacer nada y la chica se quedó confundida. Le dije que algún día, si me volviera a encontrar con este tipo, lo aplastaría”, recordaría él mismo años después.
Aunque la versión de la epifanía de Atlas en la playa contradecía la historia del museo de Brooklyn y la estatua de Hércules —lo que hace pensar que una de las dos, o incluso ambas, eran fruto de la imaginación de su jefe de prensa Charles Roman—, lo que siempre tuvo claro Atlas es que “nadie se mete con un hombre fuerte”.
Desde que fuera lanzado en los años 20 del siglo XX, el método de entrenamiento de Charles Atlas ha sido traducido a siete idiomas y ha vendido millones de ejemplares. Entre sus alumnos se cuentan deportistas como los boxeadores Max Baer y Rocky Marciano y, en la actualidad, su empresa, que llegó a tener sucursales en países como Inglaterra o Argentina, sigue funcionando a través de internet, lo que la convierte en una de las compañías más longevas de Estados Unidos, tras haber sobrevivido a la crisis económica de 1929 y a la Segunda Guerra Mundial.
Ni siquiera el fallecimiento de Atlas un 23 de diciembre de 1972 a los 79 años hizo que su popularidad se olvidase. Además de ser reivindicado como uno de los pioneros del culturismo en documentales como When Muscles Ruled the World (2002) o Bigger Stronger and Faster (2008), el deportista se ha convertido en un icono gracias a sus anuncios en tebeos, a sus eslóganes publicitarios, al tema Charles Atlas Song/ I Can Make You A Man, del musical Rocky Horror Show, o a iniciativas como la de incluir dentro de una cápsula del tiempo depositada en la Universidad de Ogelthorpe, en el estado de Georgia, sus medidas corporales y una estatua a estala 1:8 de su cuerpo. Gracias a ella, las generaciones del futuro, o quién sabe si seres de otros planetas, podrán conocer cuál era el arquetipo de belleza masculina en el siglo XX y cómo podía conseguirse contrarreembolso o giro postal.