“No rempuje compañero/ jue pucha ni que anduviera/ sin dolor en la bastera/ juyendo del entrevero./ Mas despacito aparcero que soy un gaucho escocés!!!
Del corral a la tranquera cuantas leguas quedarán?, dicen que son de un latifundio que compró uno de allá, pasando Inglaterra, como quien va para aquel lado, entre Irlanda y Gales.
Se aquerenció en estos pagos y ya no se quiso ir, era escocés como el whisky y de rancia tradición. Era lindo de ver a Mac Gregor retozar, con su pollerita al viento,¡ que lindo va!, a vender quesito fresco a la ciudad. Y yo no quedo tranquilo hasta que al volver, lo veo en la puerta el rancho al amanecer, y a veces hasta más tarde….
De melena pelirroja, con una gaita en la mano, llegaban con el tubiano hecho fleco los dos. Quien sabe qué cosas harían en el poblao, porque no era de comentar, y su animal bien compinche, era reservado, ni un relincho siquiera dejaba para saber de su emoción, y de hablar de su patrón, ni ahí….
Al principio, como todo, fue cuestión de acostumbrarse a un hombre de pollera andar entre el paisanaje. Algunos lo miraban mal, y era de entender, no se conocía mujer por estos parajes, con mucha suerte había algunas en el pueblito, pero había que trotear varias leguas para dicha de los ojos, y el hombre, en estas soledades, suele soltar pensamientos que a veces se tornan tormentos, cuando son de necesidad, ¿vio?, y otra cosa, la educación de tata y mama, y de la misma escuela, era que el varón andaba de bataraza y la mujer de pollera, pero, como el hombre vino de lejos, hablaba otro idioma, tenía otras costumbres, según nos dijo, los bien varoncitos en su pueblo usaban polleras tableadas y cortitas, minifaldas anchas…
Estaba claro que el escocés no llevaba los pantalones en esta casa, pero era el patrón y muy trabajador, eso si, de sol a sol, le quedaba la cara colorada, le hacia juego con el pelo, sudaba que no era de creer, y no le aflojaba ni un tranco de pollo. Y el paisanaje para no ser menos le daba a destajo, eso si, como dijo Yupanki, “unos ofician de trueno y es pa otro la llovizna”, porque la peonada ganaba el sueldo mínimo y el gringo se embolsaba el resto, pero, no daba ni para protestar, porque en esas soledades ni PIT-CNT había.
Al escocés le gustaba tomar sol sobre el basalto, era un escocés on de rock, autentico. Pero, además de ese lujo que se daba, era riguroso para el trabajo. Se levantaba con el canto del gallo, se preparaba unos panchos en la ollita, con mostaza casera que el mismo preparaba y se ponía a matear. Él no preguntó como el otro, al prenderse de la bombilla, si se soplaba como flauta o se chupaba como sorbito de refresco, mateaba como el mas gaucho, eso si, no perdió su tino escocés y de tanto en tanto para revivir la tradición, le echaba un chorro de whisky al mate, y se le ponían colorados los cachetes, pero eso le daba un ánimo superior para las tareas del campo. Mac Gregor, pialaba, marcaba, curaba las bicheras, levantaba alambrado, ordeñaba, y en una parte de un inmensa estancia, sembraba, soja, trigo y avena, porque le gustaba mucho tomar avena con leche.
Poesi paisano, no sé si lo convencí, pero la historia del gaucho Mac Gregor es de verdad, un gaucho de pollerita, pero varón como el que más…..
CAMACA