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Después del Memorioso Funes…

 

Después del memorioso Funes, yo era el que más memoria tenía en Puntas del Sauce Verdes y cuencas aledañas, pero, ahora, no me acuerdo de nada… No es que no tenga retentiva ni que se me haya ahuecado el mate, no, lo que pasa es que uno almacena tanto en el marote, le mete datos y datos, vivencias, historias, cuentos, y a veces no sabe dónde pone el conocimiento de tantas cosas, de tantos chismes.

Yo al igual que el Ireneo Funes, aquel paisano de don Borges, también tuve un accidente, un derrame…se me derramó un tonel de vino, y yo, en la desesperación, cuando veía que se perdía ese oro tinto, le puse la boca como tantas veces, y bueno, almacené lo que pude, pero mi bodega es chica, y cuando uno se llena de vino, como que a veces le entra un hipo que no puede parar, y no puede tragar, ¿me entiende?.

Entonces, a raíz de ese accidente yo también empecé a tener conciencia de todo, es decir, de cada segundo que pasa y de cada cosa que observa, hasta en los últimos detalles. Muchos decían que estaba borracho, que el vino me daba cuerda, pero no, fue una iluminación.

Se me prendió la lamparita, en una palabra, pero que esto quede entre nosotros, no sea cosa que se entere UTE y me pase factura. En esa etapa, mire, supe de todo, con solo mirar a las personas yo le daba en la tecla de lo que le pasaba, en lo que pensaba y en lo que le convenía rumbear.

Mire, tuve una visión de país, de pueblo, de empresa, de política, de fútbol donde todo el mundo me consultaba. Se vino lo de la aftosa, yo lo dije en una visita a un tambo en Artigas una semana antes, tengan cuidado con la espuma en la boca y las llagas de las vacas, el cancro cítrico, la crisis del 2001 en la Argentina, la del 2002 en Uruguay, las vi venir, como vi venir muchas cosas.

Lo único que no vi venir fue una vez a un gurí contra flecha en una moto, sin casco, me dio un topetazo que me dejó chatito, con unos dolores en la cintura que ni que me hubiera marcado el Ruso Pérez, mire, con eso le digo todo.

Y ese fue el principio del fin de mi sabiduría, yo que le cantaba el tiempo exacto, el horóscopo, eso si me tenían prohibido jugar, decir o sugerir números para la timba, y yo soy de palabra, ¿vió?, si me dicen, no digas, no digo. Pero si habré hecho saltar la banca en teoría, anotando los números que iban a salir ese día en un cuaderno, y les pegaba a todos era un ganador de mentira.

Yo, como quien dice, era un sabelotodo. Con decirles que hasta las curanderas me venían a consultar, las gitanas se adivinaban la suerte conmigo. El Intendente, los ediles, los diputados que viajaban todos los domingos a la noche, pasaban por casa para que les diera una orientada. Pero, ese golpe en la cintura, me sacó, como si fuera una antena, y aunque usted no lo crea, un chichón en la cabeza, en el medio de la nuca, pero arriba ahí donde curvea el hueso del techo de la cabeza, y desde entonces, un dolor que me hacia nublar los recuerdos.

Vaya uno a saber por qué, pero en cuestión de un tiempo a esta parte, por más que quería recordar, no recordaba nada, colas y colas, desesperados todo el mundo, fue como que se les cortara a ellos la luz que los alumbraba, pero, no los podía atender, si yo sabía menos que el Sócrate ese que dijo yo solo sé que no se nada, bueno, yo sabía menos….

Ahora vienen algunos, que sé yo, el bolichero, el verdulero, el carnicero, el panadero, el de la tienda y algunos otros más con cuentas a cobrar, pero yo que quiere que les diga, no me acuerdo de nada, y qué voy andar pagando cosas que ni sé si gasté….

CAMACA

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