El catedrático Félix Damon llegó como todas las mañanas al
santuario quiroguiano de Misiones. Allí, también, como todas las
mañanas, lo esperaba su asistente, el profesor y literato, además,
periodista, Pedro Salgado.
Salgado era dueño de un portal cultural que publicaba los diferentes
trabajos literarios de Félix Damon.
Sabido es que una de las principales atracciones de San Ignacio es
la casa (museo) de Horacio Quiroga quien vivió gran parte de su
vida en la zona.
Ambos se sentaron, como tantas veces, en el frente de la casa para
planificar la acción del día. El catedrático, llegó con su habitual mal
humor, su impaciencia y con olor a caña paraguaya.
El literato y comunicador, por su parte, con su buen humor,
amabilidad y pasmosa tranquilidad, sacó su libreta de apuntes y
comentó.
-Hoy es un día muy importante, de esos que valen tiempo. Un día
en que avanzamos años.- Dijo Salgado en un tono misterioso.
-Se puede saber qué tiene de bueno?
-Que encontré a Lucila Sarti..
-¿es escritora, cantante, docente o vedette’
-Es la nieta de Hermógenes Baez, el vecino misionero que solía
visitar Quiroga en los atardeceres de verano, cuando iba o volvía de
la ciudad…
-Pero, este hallazgo es monumental, y merece un libro!!!, claro que
si, después de ochenta años descubro algo que los investigadores
no supieron hacer, y por partida doble, todavía…
-Descubrió usted o yo, don Félix?
-Tu eres mi asistente, el investigador soy yo, el autor del libro, mi
décimo libro sobre Quiroga, seré yo, qué duda hay entonces?.
Mis colegas investigadores, compatriotas argentinos, extranjeros,
catedráticos de las mas remotas universidades del mundo que
llegaron, nunca supieron el nombre del vecino con quien charlaba
Quiroga de temas de curaciones, y de humor. Se sabía que el
vecino era dueño de un gran humor y que sus relatos eran tan
desopilantes, que por mas cansado que Quiroga estuviera, yendo o
viniendo, nunca dejaba de pasar por su casa, tomarse una caña y
oírlo hablar de sus historias.
-Sobre la existencia de este vecino, un día se lo comentó en una
carta a Ezequiel Martínez Estrada y éste se lo hizo saber a César
Tiempo, y yo se lo oí de boca de Blanstein en la Universidad de la
Plata, mientras tomábamos un café, esperando el ómnibus que nos
llevaría de regreso a Buenos Aires. Desde entonces todos los
investigadores quisieron descubrir el nombre del vecino de
Quiroga…
-Y yo se lo entrego a usted con nombre y apellido, Don Félix.- Dijo
Salgado, con cierta resignación ante la avasallante lógica de su jefe.
-Usted se lo devuelve a su legítimo dueño, es decir yo, el
investigador, mi querido amigo, no se olvide de eso. Usted va a ser
famoso y va entrar en una página del libro, porque yo lo
mencionaré, y usted sabe de mi generosidad. Y mire si seré
generoso, que le cuento una cosa; Quiroga para sorprender a su
vecino, y amigo, escribió una serie de cuentos del más fino humor,
en el mas puro lenguaje de la zona, al que denominó,
parafraseando a uno de sus libros más famosos, “Cuentos de
humor, de ternura y de suerte”, porque en un par de ellos habla de
las correrías de unos timberos.
-Pero esos cuentos nunca se encontraron, no figuran entre el
archivo literario de Quiroga y nadie ha oído hablar de ellos…
-En una carta Quiroga comenta esto, y medio ilegible o medio
borroso, da a entender que ese manojo de cuentos inéditos se los
regaló a su vecino humorista, y supo, y ese fue su mayor placer,
que el vecino se desternillaba de risa al leerlos, y no sólo eso, que
oralmente se los hacía oír al propio Quiroga.
– Una bonita historia
-Mas que eso, estoy a punto de ofrendar el mayor libro escrito sobre
Horacio Quiroga, ya sé que el vecino se llamaba Hermógenes Baez,
que su nieta Lucila Sarti…¿me dices que es viva?
-Eso me dijeron, y que vive junto a la vieja casa de su abuelo, el
vecino de Quiroga, a unos tres kilómetros de este lugar…
-Debemos entrevistarla y obtener datos de su abuelo. Trae tu
cámara de foto, grabador y una filmadora, contrata a un
camarógrafo, porque este momento sublime quiero que quede
registrado para la posteridad, como quedará mi libro, y quedarás tu,
porque pondré una foto tuya en mi libro, mi estimado
colaborador… ¿Estoy bien peinado?
-Quien me brindó esos detalles, me dijo que Lucila guarda todas las
cosas del abuelo, entre ellas, los libros que Quiroga le regaló…
-Los dioses me sonríen!!!, si llego a encontrar los cuentos inéditos
de Quiroga, escribo otro libro comentando cada uno de los mismos
-Los archivos de Quiroga no son Patrimonio de la Nación, don
Felix?, además está el Estado uruguayo, la cultura de su pueblo
natal, allá es muy estudiado Quiroga…
-No importa, los encuentros, los comentos y luego de publicado que
se enteren las autoridades.
Ambos salieron en la búsqueda de Lucila Sarti, caminaron por
horas. Cuando llegaron, mucha gente estaba en el lugar, coches, un
carro policial y un autobomba del Cuerpo de Bomberos Voluntarios.
Ya en la puerta vieron salir a una ambulancia con una anciana
adentro, una casa toda abierta y en el fondo, a pocos metros,
cenizas y humareda de lo que fue una casa de madera casi
centenaria…
-Qué sucedió?
-Doña Lucila, ella desde hace un tiempo tiene un mal que se olvida
de todo, le falla la memoria…
-¿Y?
-Y se puso hacer chipá en un horno a leña, que era de su abuelo,
pero que no tenía bóveda casi, y las chispas incendiaron el rancho,
que también era de su abuelo, y del que ella siempre contaba de las
fotos y libros que tenía, las reliquias que guardaba…ella se quemó
un poco, pero n oes nada.
-Ambos amigos se quedaron en silencio. A la media hora, más o
menos, Salgado dijo…
– No va a poder escribir el libro, profesor…
-Le cambio de nombre nada más y le agrego esta historia del
incendio…
Afirmó el catedrático, mientras barajaba posibles títulos…
CAMACA