Una organización creada para proteger, sostener y acompañar a víctimas y familias afectadas por el abuso sexual infantil en Salto y la región.
Conmovidas por el dolor y el abandono institucional que viven muchas familias al denunciar un caso de Abuso Sexual Infantil (ASI), tres mujeres decidieron transformar su experiencia en acción concreta. Así nació en Salto la **Asociación Familia Grande**, una red de contención y acompañamiento que busca dar respuestas reales a niños, niñas y adolescentes víctimas de abuso, así como también a sus madres y familiares, quienes muchas veces enfrentan solas un proceso largo, injusto y revictimizante.
Un colectivo que surge del dolor, pero también de la esperanza
Las referentes actuales de la asociación —Valeria Mai, Sandra Caño y la Dra. Luisa Bernasconi— comenzaron a recibir casos incluso antes de formalizar la iniciativa. Hoy gestionan la personería jurídica, pero ya actúan como un espacio de referencia que atiende, orienta y escucha, sin burocracia ni demoras.
“Desde que se enteran del abuso, las familias se enfrentan a un sistema que revictimiza en lugar de proteger. Las respuestas judiciales demoran años y muchas veces no llegan”, explica Valeria Mai.
El sistema no alcanza: el acompañamiento debe ser real
Los casos de ASI atraviesan un camino lleno de obstáculos: demoras en fiscalía, declaraciones múltiples que obligan a revivir el trauma, falta de contención psicológica, y un entorno que muchas veces juzga o se aleja. “La madre también es víctima. Y el abandono no termina con la sentencia”, señala Sandra Caño.
La Dra. Bernasconi, además de brindar apoyo legal, impulsa reformas legislativas para evitar los acuerdos abreviados en casos de abuso infantil. “No puede ser que la investigación dure más que la condena”, sostiene.
Un espacio físico y una red profesional: el sueño de Familia Grande
Hoy la organización funciona “a pulmón”, pero sueña con un lugar propio: una sala de juegos, un aula de apoyo escolar, una cama para quien no pueda volver a su casa si el abusador sigue ahí. Para eso, llaman a profesionales y autoridades a sumarse, construir convenios con el Estado, y garantizar atención accesible y continua.
“Queremos estar presentes desde el primer día… y también diez años después. Porque muchas veces, cuando termina el juicio, empieza otra etapa igual de dura”, expresan.
Romper el silencio es el primer acto de protección
Desde Familia Grande insisten: el abuso sexual infantil no distingue clase social, edad ni entorno. Y el silencio solo protege al abusador. “Queremos ser ese lugar al que se acude sin miedo. Donde se actúa, se escucha y se acompaña”, dice la Dra. Bernasconi.
También subrayan la importancia del seguimiento a largo plazo. La adolescencia es una etapa crítica, y han acompañado casos donde el dolor arrastrado por años derivó en consecuencias graves. “No alcanza con la justicia. Hay que estar después”, aseguran.