InicioCamaca HeraldPintada o sin maquillaje, ¿la historia es cómo te la cuentan?

Pintada o sin maquillaje, ¿la historia es cómo te la cuentan?

 

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Qué tanto confiamos en la historia?, ¿es como te la cuentan?. Esa es una pregunta profunda y que ha dado lugar a muchos debates. La historia, como disciplina, se construye a partir de interpretaciones de hechos del pasado, y esas interpretaciones a menudo dependen de quién las cuente, de su contexto cultural, político o incluso personal. Muchas veces, ciertos eventos o personajes pueden ser presentados de manera sesgada para reforzar una narrativa específica. Por eso, es importante recurrir a diversas fuentes, contrastar relatos y, cuando sea posible, escuchar las voces menos representadas para tener una visión más completa y equilibrada.

Hay una frase que me conmueve cada vez, la escuché hace 50 años de parte de un profesor en el Liceo de la Zona Este, cuando nos decían, «los galponeros”.

“Olvidar lo malo también es tener memoria”, reflexión de Martín Fierro, de José Hernández, desde entonces resuena en mi y he comprobado muchas veces que hay algunas personas que olvidan a propósito, de tan memoriosos que son.

PRESERVANDO EL OLVIDO

“El acto de «olvidar» puede implicar dejar atrás ciertos eventos o heridas del pasado para avanzar, pero al hacerlo, también nos recuerda lo que elegimos preservar y lo que decidimos transformar». Esta idea ha sido explorada por historiadores y filósofos, señalando que la memoria colectiva se construye tanto por lo que recordamos como por lo que omitimos o reinterpretamos, fueron palabras de un amigo en “El Templo” del Juancho Martínez, hace muchos años ya. (Al dicho del Martín Fierro lo había tirado para filosofar, nada más)

Quizás olvidarse de algunas cosas sea una forma de dar significado al presente y construir un futuro diferente. Aclaro que lo digo en el sentido que a veces hechos históricos de una ciudad, pasa el tiempo y al recordarlo nombran a unos participantes y a otros no, y a veces por el mero hecho de estar peleados en el presente, pero que fueron muy amigos en la hora que ocurrieron esos hechos.

ESAS COSAS DE ENTRE CASA

La historia, especialmente a nivel local, muchas veces está cargada de subjetividades y relaciones personales del presente que influyen en cómo se relatan los hechos del pasado. Es curioso cómo aquellos que fueron aliados en su momento pueden ser «olvidados» en los relatos debido a conflictos posteriores, casi como si el presente editara el pasado.

Este fenómeno se ve mucho en historias de comunidades pequeñas, donde las dinámicas sociales tienen un impacto significativo en cómo se construye la memoria colectiva. Y claro, quien cuenta la historia tiene el poder de moldearla, omitiendo o resaltando ciertos detalles según sus intereses o afinidades actuales.

No sé ustedes, pero yo creo que es un tema fascinante porque resalta lo importante que es preservar múltiples testimonios y miradas de un mismo hecho histórico. Así, se puede lograr una versión más rica y justa, incluso si las relaciones personales complican el panorama. Porque las historias nos pertenecen a todos, cuando son historias que calaron hondo en nuestra comunidad.

REPITEN COMO LOROS, PERO, SIN MALAS INTENCIONES

A veces uno se asombra un poco cuando los más jóvenes, hablan de hechos que le contaron, pero sin mucho rigor, como simple anécdota, y ellos sin mala intención, pero dándole valor como si fuera un asunto bíblico, lo repiten, lo pregonan, y lo predican, como si salieran de las Sagradas Escrituras. Y duele más cuando otros, que vivieron esos sucesos, confunden fechas y protagonistas y queda todo un enredo que se hace difícil de entender, y aquí de nuevo dos caminos, unos que lo hacen sin malas intenciones y otros, adrede.

ENTRE PUENTE Y ROMPECABEZAS

Es como si la historia, en vez de ser un puente para comprender el pasado, se volviera un rompecabezas desordenado donde las piezas no encajan. Es común que las generaciones más jóvenes repitan lo que han oído, pero al no tener la experiencia directa, pueden mezclar detalles, fechas o protagonistas. Esto, sumado a los relatos imprecisos de quienes sí vivieron esos sucesos pero los recuerdan de manera confusa, crea un caos que complica reconstruir la historia con claridad.

Este fenómeno pone en evidencia la importancia de registrar los hechos de manera precisa y conservar testimonios directos o documentos que puedan servir como guía fiable. La memoria oral es rica, pero también vulnerable al paso del tiempo y las emociones de los involucrados.

No digo de los grandes acontecimientos de la ciudad, del departamento, del país, hablo de las pequeñas cosas históricas chicas para el mundo pero grandes para mi, digo parafraseando al Martín Fierro. Y en ese sentido podría ser interesante proponer proyectos comunitarios para documentar y organizar mejor esos relatos, como entrevistas o registros escritos, para que las generaciones futuras tengan una versión más coherente y completa.

Muchas veces, en diferentes momentos de nuestra comunidad les hemos sugerido a las autoridades llevar adelante un archivo de voz, un rescate histórico de figuras y personajes de nuestro pueblo. Reflexiones, pensamientos, grabaciones de nuestros artistas, de nuestros ilustres ciudadanos, de hechos y acontecimientos para que nuestras generaciones actuales y futura, no sufran de la desinformación, si se interesan por tal o cual hecho histórico local.

LA OTRA CARA DE LA MONEDA FUE LA PICARDIA DE WOODY ALLEN

La contrapartida de lo que venimos hablando se da como Woody Allen describe en Zelig, a ese personaje que aparece en todas las fotos famosas de la historia , en el Siglo XX

Zelig, de Woody Allen, es una joya para explorar esa idea fascinante de un personaje que se mimetiza y aparece en todos los grandes eventos de la historia. Leonard Zelig, como protagonista, es un camaleón humano que refleja la necesidad de pertenecer y adaptarse, llevada al extremo. Su presencia en fotografías famosas del siglo XX crea un efecto humorístico, pero también una crítica sobre la identidad y el papel de los individuos en los grandes momentos históricos.

Es una contrapartida interesante a los debates sobre memoria histórica y cómo se cuenta el pasado. Zelig lleva al absurdo la idea de quienes buscan estar en el centro de todo, eclipsando las historias de otros. Al mismo tiempo, nos hace reflexionar sobre cómo documentamos los eventos históricos y el impacto de los protagonistas reales y ficticios en esas narrativas. La película también abre preguntas profundas sobre autenticidad y cómo interpretamos nuestra propia historia.

Salvando las distancias la esencia es esa, por un lado cierto egoísmo en no reconocer que alguien participo en determinados sucesos del pueblo y otros que tiempo después cuentan como vivido algo que escucharon de segunda mano

Creo que estamos ante algo muy humano y universal, el egoísmo.

Ese egoísmo de no reconocer a quienes realmente participaron en ciertos sucesos es, en cierto modo, una forma de reescribir la historia para ajustarla a conveniencias o intereses personales. Es como si la memoria colectiva del pueblo se convirtiera en un tablero en el que algunos borran nombres y otros los añaden, dependiendo de las emociones o las narrativas del presente.

CUENTAN COMO VIVIDO COSAS QUE LE HAN CONTADO

Por otro lado, quienes cuentan como vividos sucesos que solo han oído de segunda mano pueden ser tanto víctimas de la fascinación por esos hechos como actores que, consciente o inconscientemente, buscan tener un papel en esa historia. A veces, puede incluso no ser con mala intención, sino como una manera de sentirse conectados con algo que marcó a su comunidad.

Esto hace que el concepto de memoria sea complejo, porque se mezcla lo vivido, lo contado y lo interpretado. Pero al mismo tiempo, resalta la importancia de ser críticos y curiosos al reconstruir esas historias para rescatar la verdad, sin dejar que se pierdan las contribuciones de quienes realmente formaron parte.

UNA VEZ EN MI PUEBLO…

Un equipo de fútbol que salió campeón hace tantísimos años atrás, hicieron un encuentro en el presente para recordar aquella hazaña. Y no invitaron a uno de los protagonistas de aquel ultimo juego porque después pasó a jugar en el tradicional rival.

El equipo campeón había ganado 3 a 0 y en esa final quien se fue después, había convertido un gol. En la fiesta de reencuentro los protagonistas contaron con lujos de detalles los dos primeros goles. Alguien del publico, un muchacho joven, preguntó, ¿ y el tercer gol, quién lo hizo?. Se miraron entre todos y el capitán dijo, creo que fue en contra….

Es una anécdota pintoresca, y un poco tragicómica, pero que refleja perfectamente cómo las rivalidades y las emociones presentes pueden reconfigurar por completo la memoria de un evento pasado. Es casi como si ese tercer gol se volviera un tema incómodo, algo que preferirían no recordar porque lo hizo alguien que, para ellos, «cambió de bando». Esa respuesta del capitán, diciendo «creo que fue en contra», parece una manera elegante, aunque claramente evasiva, de esquivar el reconocimiento.

Este tipo de historias muestran cuánto influyen las relaciones humanas en la manera en que narramos nuestras historias colectivas. Al final, más que los hechos, a menudo son las emociones del presente las que dictan qué partes del pasado valoramos y cuáles tratamos de reescribir, incluso si eso significa dejar un vacío en la narrativa. Pero más allá de todo, ¡qué ironía que quien anotó ese tercer gol ni siquiera fuera invitado! .

Uno puede atenuar esta historia pensando, y bueno, el tipo no fue y no se enteró, pero, muchas veces sucede que alguien que si estuvo en los festejos y que mantiene cierta amistad con el goleador le contara que no se acordaron de su gol… Y uno se pregunta, si el tipo lo supo, ¿cómo creen que se habrá sentido al saber que lo omitieron, siendo una pieza clave de ese triunfo?

Es para reflexionar sobre las dinámicas humanas en la memoria compartida.

Y LO QUE PASÓ EN AQUELLA MURGA UNA VEZ?

Hace muchos años, cuando las pasiones del carnaval se desbordaban, por rivalidades, por ser mejor unos que otros, por diferencias políticas, cuentan que en una murga muy ganadora del carnaval local, cuando la tele era en blanco y negro, que tuvo figuras muy mimadas, muy queridas, adentro y afuera de la farándula de Momo.

Una de esas figuras se integra, por razones profesionales a un gobierno local para desempeñar tareas inherentes a su profesión, pero muy alejadas al espectáculo, a la cultura popular y a los festejos del carnaval. Sucede que ese gobierno de turno, al que fue la figura, era distinto al que simpatizaba el resto de los integrantes de la murga. Desde entonces la amistad ya no fue la misma, los viejos integrantes no solo no lo invitaban a los aniversarios, sino que no mencionaban que algunas vez fue integrante de esa murga, autor de sus mejores solos, de su aplaudida dirección escénica, de sus dotes de cupletero y autor de algunas de sus letras triunfales.

Este es otro ejemplo tan revelador de cómo las dinámicas humanas y las divisiones ideológicas pueden eclipsar méritos individuales y transformar la memoria colectiva. Que un autor y actor tan talentoso, cuya voz y habilidad para escribir letras brillantes definieron el éxito de esa murga, termine siendo excluido y borrado de la narrativa por razones políticas, es una muestra de cómo el presente puede reescribir el pasado según las conveniencias o resentimientos.

Es triste porque la verdadera historia de esa murga pierde autenticidad, ya que deja de reflejar la contribución genuina de todos los que hicieron posible su éxito. Sin embargo, este tipo de exclusión también pone en evidencia cómo los recuerdos son moldeados por prejuicios o intereses, más que por los hechos.

La idea de reconocer el papel de cada persona puede ser un paso hacia una memoria más justa y unida.

Estas exclusiones y distorsiones del pasado, que contamos como simple anécdotas, y que no necesariamente ocurrieron en Salto, lo digo por las dudas, cuando se trasladan a diferentes ámbitos o historias, realmente pueden generar un profundo malestar. Lo que mencionamos refleja una verdad dolorosa: la manera en que el presente, con sus prejuicios, intereses y relaciones de poder, puede moldear el recuerdo colectivo, omitiendo o transformando aspectos fundamentales de lo que realmente sucedió.

Esta reinterpretación del pasado, muchas veces influenciada por la necesidad de justificar decisiones actuales o reforzar ciertas narrativas, tiende a dejar heridas en quienes sienten que su contribución fue ignorada, minimizada o mal representada. Además, crea una memoria histórica parcial, donde se pierde la riqueza y la complejidad de los verdaderos eventos.

Lo más difícil es equilibrar esa tensión entre las emociones del presente y la verdad histórica. Dejar de lado los prejuicios actuales para contar los hechos como ocurrieron no solo enriquece la memoria colectiva, sino que también honra a quienes formaron parte de ella, incluso cuando el presente los mira desde una perspectiva diferente.

CAMACA

 

LA NOTA ORIGINAL FUE PUBLICADA EN DIARIO EL PUEBLO EN ABRIL DE 2025

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