



Fue a fines de los aΓ±os setenta, y por mucho tiempo mΓ‘s, cada tanto, volvΓan hablar del tema, de los tres camaradas, hermanos en la fe.
Nunca supe si fue una de las tantas historias que con ingenio, fino humor, e imaginaciΓ³n, aquel grupo de parroquianos de la cantina del Globito, inventaba para pasar el rato, si tenΓa visos de verdad o era una simple leyenda urbana que emergΓa con su magia, con la bruma del alcohol, por el simple hecho de contar algunas ganadas en tiempos oscuros y opresivos.
Lo extraΓ±o del tema, y aΓΊn contado por distintos parroquianos, era que ninguno le agregaba, ni le quitaba nada, a las historias lo que la hacΓan muy creΓbles, con una muy fina ironΓa, que atrapaba.
El cuento que siempre hacΓan se referΓa a tres jΓ³venes, en ese entonces, que eran comunistas por convicciΓ³n, y que en plena dictadura militar salΓan en la noche, aΓΊn a riesgo de caer Β presos, a lanzar panfletos, pintar muros, llevar mensajes a conocidos camaradas y a su vez a recoger las novedades delΒ momento y difundirlas, como asΓ tambiΓ©n algunos materiales de lecturas provenientes de la clandestinidad.
DecΓan que al principio salΓan como cualquier brigada, incluso a cara descubierta, y que un dΓa, o noche, un hermano religioso, que compartΓa mesas de truco y conga, le dio la idea, de salir con una biblia en la mano, por si lo detenΓan decir que iban o volvΓan de una predicaciΓ³n, que se aprendieran algunos pasajes bΓblicos para no despertar sospechas si en alguna oportunidad les llegaba la mala.
Y asΓ lo hicieron, y mΓ‘s de una vez se les oyΓ³ cantar βHay muchas almas que salvar/ Oh JehovΓ‘, dame la oportunidadβ/ βAlabarΓ©/ alabarΓ©, AlabarΓ©β¦β, y varias canciones religiosas mΓ‘s, hasta aquella de la misa Criolla, βGloria a Dios en las alturas/ y en la tierra paz a los hombres/paz a los hombres que ama el SeΓ±orβ.
Si los detenΓan, ellos se definΓan como βhermanos en la feβ.
No sΓ© si por los cuentos, que trascendieron la cantina de El Globito, o porque se levantaron sospechas o porque alguien contΓ³ la historia en otro lado, lo cierto es que a la cantina se sumΓ³, como un parroquiano mΓ‘s, uno de Investigaciones, al que todos conocΓan porque vivΓa en el barrio, y lucΓa con orgullo su revolver apretado entre sus ropas.
Los parroquianos nunca dejaron de contar historias, ni de jugar al casΓn con el vecino. Es mΓ‘s, muchas veces lo llevaron a su casa bastante entrado en copas, porque al casΓn se jugaba por el litro, por la cerveza, la caΓ±a doble, y habΓa que reconocerle que jugaba bien, ganaba, tomaba, y a veces, con cierta generosidad, compartΓa su premio y en un alto grado artΓstico, se ponΓa a cantar, con los camaradas, canciones de murgas, viejos tangos, hasta canciones de la revoluciΓ³n mejicana, de la Guerra Civil EspaΓ±ola y hasta de la revoluciΓ³n cubana, sin inmutarse para nada el vecino, que soltaba su vozarrΓ³n en medio del coro, aunque desconocΓa la mayorΓa de las letras, se sumaba y Β se emocionaba, como el que mΓ‘sβ¦
La ΓΊltima historia que se conocΓa de los tres camaradas, hermanos de la fe, por lo menos, que llegΓ³ a mis oΓdos fue, la del 21 de noviembre de 1984, luego de caminar un rato, bajaron por calle Uruguay, al llegar a la esquina de Osimani vieron a un grupo de personas en una reuniΓ³n. Uno de lo que estaba al frente era muy conocido, habΓa salido muchas veces en la tele. Uno de los hermanos, preguntΓ³, βes Bolentini, el que estΓ‘ hablando?, si!, respondiΓ³ otro, vamos a entrar, sugiriΓ³ el tercero. Un letrero decΓa UniΓ³n PatriΓ³tica. Escucharon un rato, y luego salieron, siguiendo Uruguay abajo, lo hicieron en silencio, sin emitir opiniones sobre el hombre y sobre lo escuchado. Antes del regreso hablaron de otros temas, la salida habΓa sido mΓ‘s por costumbre que por acciΓ³n, porque en los prΓ³ximos dΓas se iban a realizar las primeras elecciones libres, en muchos aΓ±os, la democracia retornaba de esa manera a nuestro paΓs.
Al otro dΓa en la cantina de El Globito se enteraron que BolentiniΒ habΓa muerto en Mercedes, en medio de una entrevista radial.
Esa noche fue rara en la cantina, por las dudas nadie hizo comentarios, se jugΓ³ al casΓn y a las cartas como siempre, se compartieron los premios, pero, la noche se fue rΓ‘pida, como el vecino, que se tomΓ³ un par, ganΓ³ una vuelta y se fue a dormir tempranoβ¦.
CAMACA

