En su 30º aniversario, Kalkañal Teatro Salto presenta “La Fiesta”, una propuesta que desafía los límites del tiempo, la percepción y la moral. Néstor Chiriff, Daniel Pavelesky y Pablo Sánchez exploran el teatro como juego de encantamiento, más cercano a Dionisio que a lo apolíneo, en una experiencia que busca conmover y provocar sin educar ni moralizar.
KALKAÑAL TEATRO SALTO 2025 “navegar el proceso”
Chiriff / Pavelesky / Sanchez
En el año de su 30 aniversario, Kalkañal Teatro Salto navega un nuevo proceso de investigación, buscando otros canales de comunicación para con los participantes que vivencien lo que derivara después de un año de indagación.
Néstor Chiriff, Daniel Pavelesky y Pablo Sánchez están embarcados en lo que significara un nuevo compartir escénico, este se conecta con las propuestas anteriores del grupo pero apuesta a un sorprender hacia la interna en cuanto a los hallazgos dramáticos.
La experiencia en este largo proceso a lo largo de estos treinta años de Kalkañal Teatro Salto nos llevó a confirmar eso de que el teatro fue una máscara para escondernos…
Como grupo vemos al teatro no como arte o cultura sino como un juego de encantamiento donde el participante asiste a ser inducido.
Nos interesa la hipnosis llevada a la representación como una invitación a jugar para evitando caer en lugares donde se direccione al participante desde conceptos culturales o mensajes morales.
El teatro para nosotros, es políticamente incorrecto, no buscamos dar principios y tenemos claro, desde nuestro punto de vista, que el teatro no es educativo.
Los orígenes del teatro están relacionados a un dios, en realidad un semi dios, Dionisio, quien está relacionado a lo mundano, es un dios cargado de vicios, es bastante problemático si se lo mira moralmente, entonces, como grupo afirmamos que el teatro no se conecta a esa zona apolínea por su propio origen y de ahí nuestra visión.
En Kalkañal la realidad nos aburre bastante por ese motivo nos inventamos escapes de ese tiempo perpetuo, nos creamos aventuras que habilitan nuevas realidades saliéndonos del yo y entrando en la fantasía de alguien siendo esto menos tedioso y mucho más divertido.
Las preguntas grupales surgen de la siguiente afirmación de Charles Bukowski:
El área que divide el cerebro y el alma se ve afectada en muchos sentidos por la experiencia
Hay quienes pierden la mente por completo para ser alma: locos
Hay quienes pierden el alma por completo para ser mente: intelectuales
Hay quienes pierden ambos para ser: aceptados.
Las preguntas y las respuestas nos llevaron a viajar por las dudas y como la duda es lo que te enamora aterrizamos en lo siguiente:
La explicación científica estriba en que un abrazo sincero produce una hormona denominada oxitocina, conocida como la hormona del amor, que es un neurotransmisor que actúa en el sistema límbico, el centro emocional del cerebro, fomentando sentimientos de alegría que reducen la ansiedad y el estrés.
La oxitocina se produce por la hipófisis y su secreción es regulada por las células del hipotálamo, una glándula hormonal (del volumen de un guisante) situada en el centro del cerebro, que controla y regula cada glándula y, a la vez, cada una de las funciones del organismo. El hipotálamo envía impulsos nerviosos al cerebro, que se propagan mediante un entramado de hormonas.
Cuando la oxitocina está presente en la sangre, se desencadena en el cerebro (concretamente, en la amígdala cerebral) una serie de reacciones favorecedoras para el comportamiento, que potencia las relaciones sociales y que podría estar directamente relacionada con el sentimiento de confianza y la generosidad en las personas. Esta hormona también se libera durante el parto y disminuye la percepción del dolor por el que la mujer tuvo que pasar y que ame profundamente a su hijo brindándole lo que necesita.
Así , de a poco, nos vamos a lo que significara nuestro compartir escénico de este año.
“La Fiesta” como representación del ritual perdido, de la posibilidad de la pausa, del detener, escuchar dentro del estado de ocio.
En un mundo saturado de mensajes y urgencias, “La Fiesta” se erige como un espacio de pausa y extrañamiento, donde la realidad se pliega a lo fantástico y lo efímero adquiere densidad ritual. Kalkañal confirma, tras tres décadas de búsquedas, que el teatro no es lección ni doctrina, sino un gesto de amor compartido: la invitación a jugar con lo incierto, a abrazar la duda y a reconocernos en la fragilidad común de estar vivos.
Nuestra investigación nos llevó a lugares muy diversos, uno de ellos es el de los distintos factores que provocan la relación íntima en la que se producen los encuentros, nos centramos en la situación de representación como uno de esos encuentros donde se genera el fenómeno conocido como la “sympatheia”: el sentir del espectador con el actor y su entorno.
El planteo es un intento por desbaratar el sentido del tiempo del participante, involucrándolo en la ficción mediante el empleo de mecanismos de sugestión e induciéndolo a recepcionar las situaciones planteadas en una forma más vivencial.
Nuestra intención es que el disparador dramático, más allá de lo anecdótico, sea el punto de vista en que el participante es situado para enfrentarse a la experiencia. El participante desde su subjetividad se enfrenta a determinados acontecimientos que inevitablemente juzgará, pero que posteriormente al observar la situación más al detalle, dejará de ser subjetivo por un instante y se convertirá en “ser objetivo”.
Esto aparentemente, pues la intención es el engaño de la percepción y la reflexión sobre nuestras posiciones de juicio y morales, generando la duda de “lo real” ya que las lecturas suceden realmente pero manifestando lo incompleto que puede llegar a ser nuestro punto de vista respecto a lo espacial y fundamentalmente objetual.
Para cada una de nuestras propuestas y “La Fiesta” no es la excepción, consideramos que para para que una propuesta escénica esté viva siempre tiene que estar en contacto con la vida. No importa la trama, importa la vivencia.
“La Fiesta” es un juego en el que siempre se está diciendo a través del accionar escénico: “esto no es verdad, esto no está pasando”, pero en definitiva esta negación es lo que hace que el hecho teatral suceda, son dos fuerzas que se chocan, la realidad y la fantasía.
Hacemos hincapié en los puntos de vista, la subjetividad y la polisemia, es decir, la pluralidad de significados. Ése es el gran punto: cómo ve uno desde un lado según el accionar humano, cómo ve otro desde otro según los objetos y luego cómo se resignifican las cosas.
La intención al generarse la atmosferas es provocar la sensación en los participantes de “ya te conozco, ya estuve en algún momento contigo”; los actores desdoblan en distintos roles, clown / personaje y desde esos lugares se relacionan. Tanto para unos como para otros (actores y participantes) el hecho de experimentar estos encuentros, genera cierta complicidad, cierto aire de festividad. Por eso buscamos que el participante llegue al espacio en “estado de familiaridad”, que venga a sentirse cuidado, protegido y sin una predisposición intelectual.
Para Kalkañal esta es la única realidad del teatro: que el actor esté ahí para comunicarle algo al participante / espectador, esa gran pasión por hacer algo, y para expresarle “yo estoy acá porque te quiero, y estás en “La Fiesta”.
“La Fiesta” sucede en una fusión de espacios, un decidido cruce entre historias personales y representación teatral, donde el encuentro entre los implicados artísticamente no suspende la funcionalidad de las fronteras buscando oposiciones intermitentes y frágiles que se instalan y se desinstalan dentro de un juego sutil de mostrar lo que por lo general se oculta.
Las intencionalidades van hacia la comunicación emocional materializada en fragmentos de destinos llevados al límite, con seres sobrevivientes de un mundo aparentemente en ruinas, al borde de la locura y de la muerte esperada o buscada, de compartir las vulnerabilidades de cada uno.
Todo inmerso en medio de la locura reconocible con sus zonas oscuras, sus discapacidades, su desvalimiento, con seres que mantienen una sensibilidad intacta y su poder de conmovernos, en los límites entre la vida, la muerte y el miedo a la soledad.
Vidas atravesadas por un dolor en común, con voces que retumban en un eco compartido como una especie de ventana o puerta que representa una apertura al extrañamiento propio de un mundo onírico.
“La Fiesta” es como decir: “Yo no te puedo hablar de que esto es la realidad; esto es un juego, el tema es que nuestro juego es real”.
Kalkañal busca con esta propuesta correrse de los convencionalismos de tiempo y espacio, apostando a lo inesperado, parándose en el absurdo del accionar humano y en los huecos emocionales que simulamos llenar..
Los dos seres están marcados por la minusvalía, olvidados del mundo, descartados a sus propios dolores y heridas… Preparar una única salida posible: la del desaparecer compartidamente, como conjurar la soledad de sus vidas.
La invitación de Kalkañal con “La Fiesta” es a vivenciar las disrupciones que cortan los climas, burlan la angustia y los sentimentalismos, para desenmascaran una y otra vez el truco detrás de la magia. Desde seres desconsolados, ni buenos ni malos, abandonados a su suerte, aferrados al ritual de cada noche, el ritual de esperar al público, de ser «diferentes», «deformes», “ridículos” y ”solitarios”… Atrapados en una historia doble y en espejo.
Invitamos a que lleguen en “estado de fiesta”, que venga a disfrutar, sin una predeterminación intelectual. Se trata de la percepción, de teatro.
La sugestión…la percepción… la tranquilidad… el teatro es un juego de reflexión y de inducción, hasta hipnótico. Estamos jugando teniendo bien claro que la interrelación es de amor con ustedes. Es como decir: “Quédense tranquilos: es “La Fiesta”, la van a pasar muy bien, los vamos a cuidar.
EL TEATRO, UN GESTO DE AMOR COMPARTIDO
En un mundo saturado de mensajes y urgencias, “La Fiesta” se erige como un espacio de pausa y extrañamiento, donde la realidad se pliega a lo fantástico y lo efímero adquiere densidad ritual. Kalkañal confirma, tras tres décadas de búsquedas, que el teatro no es lección ni doctrina, sino un gesto de amor compartido: la invitación a jugar con lo incierto, a abrazar la duda y a reconocernos en la fragilidad común de estar vivos.
CAMACA
Nota original fue publicada en Diario El Pueblo