Desde hace décadas, los jabalíes se han convertido en una amenaza persistente para los ecosistemas del norte uruguayo. Su expansión, potenciada por la hibridación con cerdos domésticos, no solo afecta la biodiversidad y la agricultura, sino que ahora también los posiciona como vectores involuntarios de un mal mayor: las garrapatas multirresistentes. Un problema ecológico, sanitario y económico que obliga a repensar las estrategias de control y a apostar por la ciencia como aliada. Su proliferación no solo depreda cultivos y desplaza fauna nativa, sino que además actúa como portador de parásitos, especialmente la garrapata común del ganado.
En departamentos como Salto, Artigas y Rivera, la garrapata multirresistente representa una amenaza silenciosa para la ganadería, con pérdidas económicas de gran magnitud. Ante la ineficacia de métodos tradicionales, emergen alternativas: proyectos piloto de control biológico, el desarrollo de vacunas nacionales y el monitoreo sanitario rural se presentan como caminos posibles para mitigar esta doble plaga.
Más allá del relato rural, el fenómeno interpela a la política pública, la investigación científica y la sostenibilidad productiva del país. La pregunta no es solo cómo controlarlos, sino cómo convivir con ellos sin perder el equilibrio.