Cada primer sábado de julio, como un latido compartido en cientos de geografías, el cooperativismo nos convoca a recordar que otro modo de estar en el mundo es posible.
Nacidas del esfuerzo colectivo y de la dignidad de quienes se unen para enfrentar las adversidades, las cooperativas son una pedagogía viva de la solidaridad. Son una casa común donde la ayuda mutua se convierte en arquitectura cotidiana, donde la democracia no es un discurso sino práctica, y donde la equidad no se proclama, se construye.
Hoy, 5 de julio de 2025, celebramos el Día Internacional de las Cooperativas, esa red silenciosa que teje comunidades, impulsa economías locales y cuida la tierra con responsabilidad. Un árbol de pino, símbolo del cooperativismo, nos recuerda que resistir no siempre es quedarse quieto: a veces es arraigar para crecer juntos, hacia arriba y hacia adentro.
En Uruguay, tierra fértil de sueños compartidos, San José ha sido declarada Capital de las Cooperativas 2025, como testimonio de un país que aprendió que la cooperación es la mejor herramienta para enfrentar los vientos de la desigualdad.
Bajo la bandera arcoíris, que representa la diversidad y la esperanza, las cooperativas enseñan que el desarrollo no debe medirse solo en cifras, sino en vidas dignas, en comunidades que no dejan a nadie atrás, en economías que eligen el cuidado por sobre la codicia.
En este día, elegimos la cooperación como forma de resistencia y de ternura. Celebramos a quienes, en cada rincón del país, trabajan sin estridencias para que el futuro sea un espacio donde todas las manos tengan lugar.
Porque cooperar no es solo un verbo:
es una forma de sembrar futuro.