“Aquella muchacha escribía poemas; los colocaba cerca de las hornacinas, de las lámparas. > A veces, entraban las nubes, el viento de abril, y se los llevaban; > y allá en el aire ellos resplandecían; entonces, se amontonaban gozosos a leerlos, > las mariposas y los santos.” (Marosa Di Giorgio).
Este pasaje condensa su universo poético: lo doméstico y lo sagrado, lo vegetal y lo fantástico, todo envuelto en una atmósfera de ensueño.
LA DIOSA DEL 16 DE JUNIO
Marosa di Giorgio nació el 16 de junio de 1932 en Salto, Uruguay. Fue una de las voces más singulares de la poesía latinoamericana, conocida por su estilo onírico, sensual y profundamente ligado a la naturaleza. Su obra, como Los papeles salvajes o Está en llamas el jardín natal, desborda imágenes de huertos, insectos, santos y pasiones ocultas.
ESA MAGIA POETICA, EL SINGULAR ESTILO, LA TEMÁTICA ABORDADA, LA HACÍAN ÚNICA
Marosa di Giorgio no solo escribía poesía, creaba un universo paralelo. Su estilo se desliza entre lo místico, lo erótico, lo vegetal y lo infantil, con un lenguaje exuberante que parece mezclar una misa con un cuento de hadas subversivo. No hay otra voz igual.
En sus textos, los durazneros florecen en medio de ceremonias secretas, los insectos hablan, las niñas comen flores, y todo tiene un aroma entre incienso y frutas maduras. Lo cotidiano se transforma en ritual, y lo sagrado convive con lo salvaje. No es raro que se la haya comparado con Rimbaud, Lautréamont o incluso con poetas surrealistas, aunque ella siempre fue incomparable.
