




El gobierno departamental de Salto, liderado por Carlos Albisu, busca la aprobación de un fideicomiso por 60 millones de dólares que requiere mayorías especiales en la Junta. Con 21 votos necesarios y un mapa político fragmentado, la negociación avanza entre rumores, urgencias y viejas prácticas que vuelven a sobrevolar el escenario político.
EN TEORÍA LOS VOTOS NO ESTÁN, PERO…
El gobierno de coalición de Salto, encabezado por Carlos Albisu, decidió jugar una carta mayor, solicitar un fideicomiso de 60 millones de dólares para obras estructurales y reorganización financiera del departamento. Sin embargo, el trámite político para habilitar esa maniobra no será ni rápido ni sencillo. En la Junta Departamental, donde se necesita una mayoría especial de 21 votos, la coalición oficialista (CORE) reúne 17 ediles. El Frente Amplio aporta 13 y se suma un edil independiente que mantiene, por ahora, su propio compás.
SE PARECE A UNA PARTIDA DE TRUCO A LA MADRUGADA
La ecuación es simple en lo aritmético, pero compleja en lo humano: para aprobar el fideicomiso se necesitan cuatro votos opositores. Cuatro voluntades que cambien de signo, que se deslicen entre convicciones, estrategias, presiones y, también, entre los viejos rumores que siempre regresan cuando la política se juega a todo o nada.
El tiempo es escaso, y la política departamental —como tantas veces en Uruguay— parece una partida de truco a la madrugada, donde la tensión es grande y cualquier silencio puede esconder un envido.
RUMORES, SIEMPRE RUMORES
En instancias como esta, desde Artigas hasta Rocha, la memoria colectiva repite lo mismo, la posible “compra de votos”. No necesariamente literal, no necesariamente ilegal, pero sí basada en ese repertorio de concesiones que la política uruguaya conoce desde hace décadas, un cargo, un reintegro de funcionario, una promesa futura, un gesto administrativo que vale más que un discurso.
En los pasillos de la Junta Departamental de Salto —ese territorio donde la política respira sin micrófonos— circulan cifras en voz baja. Se habla de dólares “per cápita”, de reingresos de funcionarios vinculados a ciertos ediles, de compromisos subterráneos. Todo dicho en tono de leyenda urbana: “me dijeron”, “por ahí comentaron”, “se escucha”. Nadie afirma nada, nadie desmiente del todo. En política, el rumor tiene la persistencia del viento, no se ve, pero se siente.
Los optimistas dentro del oficialismo aseguran que los cuatro votos ya estarían “abrochados”, esa palabra tan salteña y tan exacta para describir un acuerdo implícito, no del todo dicho, pero ya pactado en algún punto del mapa.
LA PULSEADA PUEDE MARCAR EL PERÍODO
Si el fideicomiso se aprueba, Albisu consolidará una herramienta financiera que puede reconfigurar su gestión y dejar una huella en obras, infraestructura y ordenamiento de cuentas. Si se rechaza, la coalición sufrirá un golpe político significativo y la oposición podrá capitalizarlo como una victoria institucional.
El episodio, además, se inscribe en un clima nacional donde las negociaciones departamentales funcionan como ensayo o anticipo del escenario electoral que se aproxima. Cada gesto cuenta, cada voto pesa, cada silencio dice más que un comunicado oficial.
LAS CARTAS SE ESTÁN REPARTIENDO
En las próximas horas, Salto jugará una partida decisiva. El fideicomiso de 60 millones no es solo un instrumento financiero es un termómetro del poder real, de la confianza entre partidos y de las viejas prácticas que nunca terminan de irse. Cuando finalmente se vote, sabremos si prevaleció la convicción, la estrategia o ese rumor persistente que siempre acompaña a la política. Hasta entonces, todo es posibilidad, cálculo… y un gran “pero” que todavía no se despeja.
ARÓN VIERA

