Cuando un intendente decide entregar el poder horas antes de la celebración oficial del nuevo gobierno, el gesto puede leerse como un simple formalismo… o como un acto cargado de significados.
Entre el derecho personal, el resentimiento político y la neutralidad institucional, el modo de irse también dice mucho.
En algunos cambios de gobierno departamental, la entrega anticipada del mando —realizada antes de los festejos oficiales— puede despertar interpretaciones diversas. Para algunos, es el derecho del gobernante saliente a decidir cómo retirarse. Para otros, implica desentenderse del espíritu democrático que no solo se juega en el acto formal, sino también en su celebración colectiva.
Este tipo de decisión puede ser leído como una falta de cordialidad, al eludir el protocolo simbólico que acompaña la transición del poder.
También puede reflejar desinterés, incomodidad o incluso un mensaje político sutil: marcar distancia con el gobierno entrante.
Aunque existe una lectura más neutra —entender que la fiesta pertenece al nuevo equipo y no requiere la presencia del saliente—, lo cierto es que este gesto rompe con la tradición y se vuelve objeto de análisis. ¿Protocolo o postura? La clave está en el contexto, la relación entre líderes y el tono en que se comunica. Porque en política, hasta el silencio puede hablar.