InicioSin categoríaEMANUEL: LA AUSENCIA SIGUE SIENDO UN ECO QUE ACOMPAÑA

EMANUEL: LA AUSENCIA SIGUE SIENDO UN ECO QUE ACOMPAÑA

 

 

Cuando uno ha vivido siete décadas, y sigue en la huella, a lo largo del camino, ha visto remontar vuelo, a tantos y tanto seres queridos, familiares, amigos, vecinos compañeros de trabajo, o simples conocidos.

La ausencia de un ser querido nunca se llena por completo; su recuerdo sigue habitando en las cosas más simples, en los momentos cotidianos y en los pensamientos. Con el tiempo, la tristeza puede transformarse en gratitud por haber compartido la vida con esa persona, pero la ausencia sigue siendo un eco que acompaña.

EMANUEL

Hoy, precisamente hoy, 11 de junio, se cumple un año que nos dejó físicamente, Emanuel Gauthier, mi suegro.

Y aunque su ausencia se siente a diario, su espíritu sigue vivo en cada uno de nosotros, iluminando nuestros recuerdos con nostalgia, pero sobre todo, con profunda gratitud, inspiración y alegría.

He ido muchas veces a su casa, después de su partida, y cada vez que llego siento la misma sensación, me parece verlo sentado en su sillón junto a la puerta-ventana que da al patio, mirando televisión, algún partido de Peñarol, de Uruguay, algún programa de entretenimiento, rara vez película, y puntual en cada informativo.

Desde la primera vez que visité su casa en 1999, me recibió con los brazos y como decía un amigo, “con el vaso tendido”. Cómo olvidarme de ese primer momento, llegábamos con Estela, estaba en el patio haciendo un asado, charlamos un poco y me sirvió un whisky, después se formó un charla general, y siendo que en esos momentos estaba conociendo a esa familia doloreña, que pasó a ser mi familia, y lo sigue siendo.

En la comida me hizo probar los vinos Maua, orgullo del departamento.

Primero el blanco, luego el rosado y finalmente el tinto, con cada vaso iba una historia de ese vino. Fue un buen comienzo.

Y a lo largo de 25 años, cada vez que llegaba a su casa, era feliz con la misma travesura. Él me acogió como un hijo más, un gesto que nunca olvidaré y que valoro profundamente. Su casa era mi casa, y no había que pedir permiso para nada. La prueba más clara de su generosidad y su particular sentido del humor se daba siempre, al llegar. Con una sonrisa pícara y los ojos brillantes, lo primero que me decía era: «¡Tengo pollo, chorizo seco, milanesa… y arriba de la heladera está el whisky! No esperes que te sirva, andá y servite, ¡estás en tu casa!». Esa insistencia con el whisky era su pequeña travesura, porque sabía perfectamente que luego su querida hija, mi señora, me regañaría si me excedía. Él simplemente se reía, feliz por su pequeña picardía, disfrutando de ese lazo especial que nos unía.

EL TIEMPO ME HIZO DESCUBRIRLO

Emanuel poseía un don de gente inigualable. Era esa clase de persona que te hacía sentir bienvenido desde el primer instante, que con una sonrisa sincera y una mirada franca te abría las puertas de su corazón. Sencillo y solidario hasta la médula, siempre tuvo una palabra amable, un consejo sabio o una mano extendida para quien lo necesitara. Era, sin duda, el vecino al que todos acudían, el amigo leal, el familiar que siempre estaba ahí.

Personalmente, lo recuerdo con especial cariño por esas charlas mano a mano, esas tertulias inolvidables donde el tiempo parecía detenerse. Esas charlas eran cuando estábamos solo, o con Estela, o cuando salíamos en su auto. Fue como descubrir otra parte de su ser. Con una familia numerosa, que llegaba a su casa y que muchas veces hablaban todos a la vez, donde siempre había un clima festivo, era difícil hablar ciertas cosas que le gustaban, por eso lo hacia cuando quedábamos solo o cuando eramos muy pocos o cuando salíamos en el auto.

Con Emanuel podías hablar de todo. De la pasión por la política, de la emoción del fútbol, de Peñarol, o simplemente de la vida misma, con sus complejidades y sus maravillas. Cada conversación era una enseñanza, un espacio de reflexión donde siempre se aprendía algo nuevo, donde se compartían risas y a veces, alguna lágrima.

La importancia de la generosidad, de la libertad de ser uno mismo en su presencia, y la capacidad de encontrar la alegría en las pequeñas cosas y en las travesuras compartidas. Su vida fue un testimonio de autenticidad y bondad, un legado de valores que hoy, más que nunca, nos inspiran a ser mejores personas.

Aunque lo extrañamos profundamente, el recuerdo de Emanuel no es tristeza, sino una fuente inagotable de gratitud por haber compartido nuestras vidas con un hombre tan noble. Su alegría contagiosa, su sabiduría sencilla y su amor incondicional nos acompañarán siempre.

“COLORADO COMO SAGRE DE TORO”

Más allá de lo personal, la vida de Emanuel estuvo marcada por un profundo amor por Peñarol y por el Partido Colorado.

No era un seguidor pasivo; era un dirigente político de convicción, de esos que dejan el alma en cada causa. Sin embargo, lo que realmente lo definía era su inquebrantable honestidad y desinterés. Nunca buscó ocupar cargos para sí mismo, ni para ubicar a su familia, ni para pedir nada a cambio. Su trabajo era genuino, impulsado por una vocación de servicio que rara vez se ve. Él trabajaba por su partido, por la gente, y su felicidad era inmensa cuando lograba algo para los más humildes. Ver la alegría en los rostros de quienes había ayudado era su mayor recompensa, su verdadero «cargo». Esa dedicación desinteresada y su alegría por el bienestar ajeno son, sin duda, una de sus más grandes enseñanzas.

Finalmete digo que fue corredor de Jeeps, Presidente del desaparecido clu Independiente de Dolores, pero principalmente fue, una buena persona, un buen vecino, un buen amigo, en mi caso, un buen suegro, pero por sobre todas las cosas fue un ser humano auténtico.

CAMACA

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Advertisment -
Hecho en el Sur

Most Popular

Recent Comments