La niñez y la juventud suelen idealizarse como “las mejores etapas” de la vida, asociadas a la libertad y la energía. Sin embargo, el psicólogo Rafael Santandreu propone un giro profundo: la mejor etapa comienza cuando aprendemos a pensar de forma correcta y dejamos de quejarnos, apreciando lo que tenemos con conciencia y madurez.
Según Santandreu, este cambio de foco desde lo biológico y social hacia lo emocional marca un renacimiento interior. No se trata de tener más fuerza física, sino de vivir con intensidad cada momento, valorando tanto las oportunidades como las dificultades, y desarrollando un diálogo interno constructivo.
Lejos de negar la realidad, esta postura se alinea con corrientes de psicología que sostienen que el sufrimiento depende más de cómo interpretamos lo que nos sucede que de los hechos en sí. Así, la plenitud no tiene edad: comienza en el instante en que decidimos dejar de quejarnos y agradecer lo que somos y tenemos.