InicioActualidadBien de barrio: Experimentar la dulce sensación que te digan “buen...

Bien de barrio: Experimentar la dulce sensación que te digan “buen día vecino”, cada día

 

 

Tengo la costumbre, el ejercicio cotidiano de caminar por las calles de mi barrio, cada mañana, cada tarde, entre los pájaros cantores, los aullidos de los perros, los ruidos de las escobas y las charlas al pasar.

Si de algo me recibí, doy fe, fue de vecino, una larga y hermosa carrera que nos lleva todos los días a la sonrisa, al placer de conversar, de sentirse útil, de estar al pie del cañón, por si acaso.

Mis raíces son del Barrio Lazareto, pero yo no tuve la suerte de vivir en él, aunque lo conozco, a sus calles, su gente, las historias, los personajes, el cuadro de fútbol, mis parientes, ese templo familiar de calle Piedras al 400.

Pero en donde viví, en Salto, Buenos Aires, Dolores, Soriano, y de nuevo en Salto, siento cada vez con mayor aprecio que me digan «vecino».

Y ser vecino, en un barrio de trabajadores suele significar experimentar un fuerte sentido de comunidad y solidaridad, no tengo dudas, lo experimento.

Un barrio como tantos en mi país, que todo el mundo te recibe con un, buen día vecino, precisa algo vecino, me da una mano vecino, Como dice el tango: «la dulce fiesta de las cosas más sencillas».

Y quiero remarcar el  «Todo el mundo te quiere», porque refleja un ambiente cálido y acogedor donde los vecinos se conocen y se cuidan mutuamente. Es como formar parte de una gran familia.

Por eso cuando uno anda en la cuadra, en el almacén, la panadería, la verdulería, la carnicería, o anda, nada más, y se encuentra con el incomparable… -! «Buen día vecino»!. Es una forma sencilla de saludar y reconocer la presencia del otro. Demuestra respeto y amabilidad. No se necesita más, ni cómo me llamo, ni dónde trabajo, ni cuántos años tengo, está todo resumido y entendido en ese «buen día vecino».

Pero en el vecindario no hay sólo saludos, hay interés, compromiso, personas serviciales que no temen preguntar, de una,  ¿»Precisa algo vecino»?

Y esa disposición a ayudar y colaborar con los demás. Es una muestra de solidaridad y buena vecindad.

Pero no es algo de ida nada más, es de reciprocidad la cosa, así´funciona cuando alguien del barrio nos dice:  «Me da una mano vecino», sabemos que es una petición directa de ayuda, pero también una forma de fortalecer los lazos comunitarios.

En resumen, vivir en un barrio a menudo implica. un fuerte sentido de comunidad: Los vecinos se conocen, se ayudan y comparten experiencias. Predomina la idea de que todos somos parte de un mismo equipo. Las interacciones son más cercanas y basadas en la confianza.

Los vecinos siempre están allí, en las buenas y en las malas, unos más cerca que otros, pero  la hora de decir presente, brotan las expresiones de solidaridad y empatía, que son características muy valiosas de los barrios, como el mío, de trabajadores, de pequeños comerciantes, de emprendedores, de artesanos, de gente de oficios y profesiones.

Cuando menciono eso de emocionarse hasta las lágrimas por un gesto de solidaridad, estoy hablando de, un profundo sentido de comunidad: Los lazos que se forman en estos barrios son tan fuertes que los vecinos se sienten como una familia. Un pequeño acto de ayuda puede generar una gran emoción porque refleja ese vínculo especial.

Al ayudar a un vecino, estamos reconociendo su valor y su vulnerabilidad. Esta conexión humana profunda puede ser muy conmovedora.

Cuando digo que los vecinos aparecen en tiempos difíciles, sin dudas que es así. En la vida, todos enfrentamos momentos difíciles. Cuando recibimos ayuda en esos momentos, la gratitud puede ser tan intensa que nos lleva a las lágrimas.

Ha vivido en muchos barrios, y en distintas ciudades, y he sabido de momentos muy lindos, gratos, removedores. He compartido fiestas en la cuadra, en el club, en el salón, y ver las sonrisas, escuchar las carcajadas, los pasos de bailes, las palmas, las bromas, los gritos de gol, no tiene precio en monedas, son riquezas para el banco de las emociones, depositadas a plazo fijo en la memoria.

Pero también es bueno saberlo, el barrio, los vecinos, nuestra pequeña, pero cálida comunidad también ha enfrentado desafíos, dificultades, y a veces en forma organizada, a veces en forma espontanea, hemos puesto la voluntad colectiva para superarlas.

También los cambios con el tiempo, las calles con asfalto, las casas nuevas, los comercios nuevos, la forma que ha evolucionado el barrio a lo largo del tiempo.

Por suerte lo que no se ha perdido, es el sentido de solidaridad, la empatía, esa sensación de que los vecinos son como una familia, es algo muy especial y reconfortante. Es cierto que en esos momentos en los que más lo necesitamos, la comunidad se une y nos brinda ese apoyo invaluable.

Uno quiere al barrio, quiere al vecino, tiene por el lugar un sentido de pertenencia. Es sentir que formas parte de algo más grande que tú, un grupo al que puedes recurrir en cualquier momento. Saber que puedes contar con tus vecinos te brinda una tranquilidad y seguridad que va más allá de lo material. Los lazos que se crean en barrios, como el nuestro, son auténticos y basados en la confianza mutua, lo cual es fundamental para el bienestar de todos.

Hay una frase que hace tiempo me dijo un vecino, que viene al caso: “siendo de un cuadro o de otro, de un partido o de otra, religiosos o ateos, es maravilloso ver cómo, a pesar de nuestras diferencias, podemos convivir en armonía y solidaridad”.

Esa frase refleja, para mi que cada persona aporta su propia perspectiva y experiencia, enriqueciendo así la comunidad. Que prima el respeto mutuo, es decir que, pesar de las diferencias, se valora y respeta la opinión del otro. Se demuestra que es posible mantener relaciones positivas incluso con quienes tienen ideas distintas.

Pero en el barrio también están como decía Yabor: “Las comadres en la cuadra, con la escobas se saludan, cuando barren alguna novedad”. Aquellas que no hay cámara de seguridad que las iguale, dicho esto con todo cariño, y como aderezo para el sabor de lo que venimos hablando. Por otra parte, el sentido del humor es buena medicina. Las bromas son una forma saludable de relacionarse y desdramatizar las diferencias.

Pero no sólo nos queremos entre los vecinos, queremos al barrio, a sus historias, defendemos la vereda, la calle, al club, la escuela, el liceo, y todas estas cosas, no tengo dudas, resumen a la perfección el sentido de pertenencia y cuidado que sentimos por nuestros espacios comunes.

Cuidado del espacio público: Mantener limpia la calle, cuidar las plantas, denunciar actos vandálicos, ahí nos ven espalda con espalda.

Creo que está en el debe, quizás por los apuros de estos tiempos, o por ciertas dejadez, que todos tenemos un poco, es el tema de la participación ciudadana: Asistir a reuniones vecinales, formar parte de grupos de vecinos, proponer mejoras para el barrio. Exigir a las autoridades que se cumplan las normas y se brinden los servicios necesarios. Organizar actividades comunitarias, celebrar fiestas vecinales más seguido, promover el respeto y la tolerancia.

Preservar los edificios antiguos, los espacios verdes y las tradiciones del barrio. Lo que si creo que tenemos, y sentimos, es un profundo orgullo por la comunidad y sus logros, por más pequeños que parezcan. Es un sentimiento compartido por muchos vecinos, se palpa, se nota y aflora, donde se cultiva un fuerte sentido de identidad.

El orgullo no es solo por individuos, sino por todo lo que representa al barrio: su escuela, sus instituciones, sus talentos. Se celebra el éxito de cada miembro de la comunidad, sin importar si es un deportista, profesional o un niño que juega en la calle.

La esperanza en el futuro: El hecho de que un joven talentoso sea reconocido y tenga oportunidades de crecer fuera del barrio es visto como una fuente de orgullo y esperanza.

Durante la crisis, falta de trabajo, en la pandemia, se vio el verdadero corazón del barrio, solidario a más no poder. Los que tenían, en cierta forma compartían, y en eso se llevan las palmas los comercios chicos, en todos los rubros, que generosamente daban el fiado para sobrellevar la situación. Cuando todo volvió a la normalidad el vecino que debía, como pudo pagó y supo que es importante comprar en el  barrio siempre, cuando se tiene o cuando se debe de apuntar, porque el comerciante también necesita de su barrio y de su gente..

La pandemia del covid 19 fue otra prueba que pasamos con creces, con un espíritu barrial inconmensurable.

También aparece el espíritu comunitario y de solidaridad en estos tiempos de inseguridad, de robos a la propiedad, porque más allá de las cámaras, de las patrullas policiales, de los 222, de los guardias de seguridad, está el ojo alerta del vecino que cuida por sus cosas y la de los demás. La comunicación es muy buena y está presente ante cualquier hecho sospechoso.

Finalmente decirle que mi barrio no es perfecto, que no soy el mejor vecino, pero me siento orgulloso de serlo, pero fundamentalmente, que me digan “vecino” y me traten con tanta deferencia.

CAMACA

 

Esta nota original fue publicada en Diario El Pueblo en enero de 2025

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Advertisment -
Hecho en el Sur

Most Popular

Recent Comments