KALKAÑAL TEATRO SALTO
(“Para qué quiero una luna sin estrella” / Un ejercicio multidisciplinario con el público/ atrapado en el laberinto de “El Andén”
Mi primera reflexión fue, “no me gustó”, tal vez, por ver ciertos elementos superfluos a lo largo de la obra y porque me pareció que le faltó contundencia al libreto a la hora de las sentencias, faltó un ida y vuelta más fluido en el parlamento de los actores, más lenguaje teatral. También por conocerle ciertos tic a tres de los cuatro actores.
O tal vez no me gustó por un ciego rencor de quedarme con las ganas, de no ser parte del viaje, de saber qué pasará más allá de ese trozo de tiempo, de ese suspendido espacio en que transcurre la historia.
La propuesta de Kalkañal es inocente y tramposa a la vez, porque hace que uno se quede habitando en la obra, porque me fui para casa, porque anduve todo el domingo y en el arranque de la semana, buscando respuestas a esa historia que el grupo teatral dejó en mis manos, en mi mente.
Entonces me di cuenta que caí en la trampa, ¿cómo explicó que no me gustó, pero que..me encantó?.
La obra busca describir, contextualizar y problematizar, “un espacio de intercambio vivencial”, eso nos dicen, eso nos propone este colectivo artístico.
Y esta teatralidad liminal, performatividad permiten concebir este episodio, no ya desde una perspectiva teatral en sentido restringido, sino privilegiando un enfoque multidisciplinario. Los personajes se delinean con trazos firmes al comienzo, la historia tiene un derrotero, “una misión”, que es ideológica, estética y los personajes entregan claves para comprender, y a su vez dejan interrogantes que se contraponen con las certezas en que se embandera uno de ellos.
Los personajes viven el momento, pero cargan sobre sus hombros responsabilidades del pasado que deben transportarlas al futuro para el éxito de una misión encomendada. Y entonces se construyen relatos entrecortados, intercambiados desde el interior, que respondan a la propia naturaleza de cada personaje, pero, no para congelar las experiencias sino para impulsarlas, ramificarías y multiplicarlas, haciéndolas proliferar atravesando ese contexto de contradictoria visibilidad y todo comienza a diluirse, se pierden las fronteras, las certezas se vuelven inciertas, las incertidumbres se hacen certeras.
EL ESCENARIO SE DEVORA LA SALA
A medida que la obra avanza, el escenario es toda la sala, el espectador se ve inmerso dentro de la obra, y el simple hecho de rascarse la cabeza, de moverse inquieto en la silla, es un hecho teatral, es un hecho que bien puede ser parte de la obra y uno no se da cuenta pero los otros espectadores sí, y lo toman como alguien mas del elenco.
Y entonces de nuevo uno descubre otra trampa de Kalkañal, de la propuesta, porque la continua movilidad de los actores, de acciones simultáneas en diferentes lugares del escenario, a la vez, hace que el espectador deba seguir a uno, a lo sumo a dos actores, pero se pierde lo que hacen los otros dos sobre otra parte del escenario.
COMO UN JURADO DE TELEVISIÓN
Uno puede decir que la trama es simple, los diálogos elementales, con algunas agudas reflexiones, entre supuestos superhéroes embarcados en una misión, que en ningún momento de la obra dice de qué se trata. Puedo decir, sin rubor; felicitaciones al elenco compuesto por Daniel Pavelesky, Pablo Sánchez, Alicia Sellanes y José Cesarino y a la dirección de Néstor Chiriff. Una puesta sumamente original, moderna, con líneas textuales certeras del dramaturgo local, Alberto Chiriff, no contundentes, pero si certeras, ¿queda claro?.
Es ingenioso que hayan querido hacer la obra utilizando muy poco el escenario-escenario, o que rompan los límites del mismo, para que toda la sala lo sea.
Es verdad que a veces, los gritos – una constante en Pablo Sánchez – o la risa permanente del muñeco/a que compone Alicia Sellanes me sacaban de clima, me pareció un tanto ingenuo ese detalle. Pero, el personaje de Pablo (Mercado) es implacable a la hora hablar y uno entiende entonces las leyes del mercado y que a veces no dejan salidas. Y el personaje de Alicia, que siempre ríe, las pocas veces que habla da las claves de la obra, es la llave de la trama. El personaje de Pavelesky, que comienza como el de la sabiduría, el infalible, el exitoso, el más experiente para cumplir esa misión, termina siendo el que mayores dudas deja, y esa transformación Pavelesky las hace con soltura, con capacidad. Cesarino tiene un personaje bien logrado, se mete en ese superhéroe ingenuo, con tradición familiar en la Agencia, programado para no fallar y cada vez que razona, el hombre comienza a separarse de la máquina que habita en él.
En resumen, la obra es atrapante, las actuaciones son buenas y excelentemente acompañadas por un vestuario, una escenografía y sonido super cuidado. La disfruté muchísimo, con sus momentos de humor, incertidumbre y misterio, tanto que al final de la nota, repito, confieso que no me gustó –esperaba más-, pero que me encantó a la vez, ¿seré el personaje invisible y el mas contradictorio de esta historia?. Hay que ir a verla.
Y si entran en un laberinto como yo, a lo mejor son más rápidos para salir, o a lo mejor se quieren quedar del todo a vivir por El Andén.
CARLOS MARÍA CATTANI
– CAMACA –