«Gregor Konstantin Dachenko, “El Ruso Greg”, había surcado mares en su vida. Era de esa clase de hombres que en cualquier parte y circunstancia trasuntan la esencia de lo que son, en este caso, un marino, de piel salitrosa y curtida, impregnado de ron y de tabaco fuerte.
Un viejo lobo de mirada clara que traído por los vientos de la aventura o quién sabe cómo, recaló un día por estos lares.
Desde entonces trocó el mar por un río de pájaros multicolores y los amplios horizontes donde agua y cielo se juntan por el reducido espacio de riberas, casas y arboledas.
Le pareció a su espíritu aventurero que había encontrado la dársena anhelada y arrojó el ancla.
Aquellos vientos que le impulsaban fueron amainando y el hombre se fue quedando en tierra firme, levantó paredes y hasta se animó a formar un hogar.
Muchas cosas quedaron en el recuerdo del Ruso Greg; recuerdos de mares lejanos, de riberas sin nombre, de muelles perdidos. Recuerdos de ancianos remendando velas, cantando en honor a quien le da vida. Recuerdos de cuentos fantásticos, leyendas contadas entre vasos trasnochados, de dados y naipes, de alegres mujeres, de grescas de trompadas por todos lados. Recuerdos de esa orgullosa gente, que ascienden y descienden de vapores, de buques, de sueños». (Fragmento del Ruso Greg)
CAMACA