

Durante aΓ±os, Mateo creyΓ³. CreyΓ³ en los hombres de voz solemne y trajes inmaculados. En los que hablaban de principios como si los hubieran inventado ellos mismos. En los que alzaban la mano prometiendo decencia, justicia y una pureza casi celestial.
βEstos son los sacrosantos de nuestro tiempo βdecΓa su padre, con una mezcla de respeto y temor reverente.
Mateo los admirΓ³. VotΓ³ por ellos. Los defendiΓ³ en sobremesas agrias con intelectualesΒ escΓ©pticos. PensΓ³ que habΓa en el mundo, aΓΊn, un rincΓ³n limpio.
Pero el tiempo, como una lupa cruel, comenzΓ³ a mostrarle detalles. El viaje secreto. El contrato adjudicado a un cercano. La mansiΓ³n sin papeles. Y una maΓ±ana, leyΓ³ en el diario el titular que no esperaba pero que ya no le sorprendΓa:
βInvestigaciΓ³n revela millonarios sobornos detrΓ‘s del proyecto deΒ βFaena azulβ.
El proyecto que Γ©l mismo habΓa defendido. El que iba a βcambiar vidasβ.
Esa noche, Mateo caminΓ³ por el centro, solo. PasΓ³ frente a la sede donde los sacrosantos daban discursos. Las luces seguΓan prendidas. Las palabras seguΓan vacΓas.
βNo eran santos βmurmurΓ³β. Eran solo hombres con buenos trajes y mejores mΓ‘scaras.
Y en ese instante, Mateo supo que no volverΓa a creer sin dudar. Que la gloria, cuando es verdadera, no necesita brillar tanto.
CAMACA

