En un día muy especial para la democracia uruguaya (27 de junio), de un lugar simbólico como ninguno (Parlamento), Carlos Albisu dio a conocer las primeras designaciones de su futuro gobierno.
La primera movida dejó con la boca abierta a propios y extraños, nombrando en Direcciones y Secretarias a profesionales universitarios, muy jóvenes pero con notables curriculum.
Pasada la sorpresa, los elogios a la apuesta de Albisu no se demoraron en llegar, como también algunos «peros», que siempre los hay.
La presencia de un equipo de gobierno compuesto por técnicos ofrece varias ventajas significativas, como por ejemplo que los técnicos aportan un profundo conocimiento en sus respectivas áreas (economía, obra, infraestructura, etc.). Esto permite el diseño e implementación de políticas públicas más eficientes y basadas en evidencia, con una comprensión detallada de los desafíos y las soluciones. Un gobierno técnico tiende a tomar decisiones menos influenciadas por consideraciones políticas o ideológicas y más por análisis rigurosos, datos concretos y proyecciones técnicas. Esto puede conducir a una mayor racionalidad en la gestión pública.
En muchos casos, un equipo técnico puede generar mayor confianza en la ciudadanía y en los mercados, ya que se percibe como menos propenso a la corrupción o al clientelismo. La independencia técnica puede ser un valor muy apreciado. La experiencia en la materia facilita la ejecución de proyectos y programas complejos, evitando errores comunes derivados de la falta de conocimiento técnico. Esto puede resultar en una mayor celeridad y eficacia en la concreción de objetivos. Los técnicos suelen estar menos atados a los ciclos electorales y más enfocados en la sostenibilidad y los resultados a largo plazo de las políticas, lo que puede ser beneficioso para el desarrollo de un país.
EL TALÓN DE AQUILES, LA FALTA DE «BOLICHE»
A pesar de sus virtudes, un gobierno puramente técnico puede enfrentar un desafío fundamental: la falta de «boliche» o pata política. Es decir, la capacidad de negociación, articulación y construcción de consensos políticos que es esencial para gobernar.
Los técnicos, por su formación, suelen estar más enfocados en la «mejor» solución desde un punto de vista técnico, pero no siempre tienen las habilidades o la inclinación para negociar y ceder en el ámbito político. Esto puede dificultar la aprobación de leyes, la implementación de reformas y la construcción de acuerdos con la oposición o con diversos sectores de la sociedad.
Un equipo excesivamente técnico puede carecer de la sensibilidad política necesaria para comprender las demandas y preocupaciones de la gente común. Esto puede llevar a decisiones impopulares o a una desconexión con las bases sociales, generando descontento.
Sin una base política sólida, un gobierno técnico puede ser más vulnerable ante crisis o desafíos inesperados. La capacidad de movilizar apoyo y de sortear obstáculos requiere de habilidades políticas que van más allá del conocimiento técnico.
ALBISU LO SABE
El desafío reside en encontrar un equilibrio entre la excelencia técnica y la astucia política. Un gobierno ideal probablemente combinaría la pericia de los técnicos con la habilidad de los políticos para construir consensos, comunicar efectivamente y conectar con la ciudadanía.
No estamos diciendo que haya «más de lo mismo», pero, si que el aporte político fortalezca al gobierno que comienza.
Faltan muchas designaciones, y seguramente, la próxima jugada de Albisu nos vuelva a sorprender, cuando el 9 de julio se complete el equipo que saldrá a la cancha, hombro con hombro hasta el 10 de enero, habrán designaciones que complemente la labor de los técnicos. Y a partir de enero del 2026, Carlos Albisu pondrá en cancha lo mejor que disponga para atravesar cinco años de gobierno, que no serán sencillos, seguramente.
El valor de los técnicos es invaluable para la gestión pública, la capacidad política (el «boliche») es indispensable para la gobernabilidad, la legitimidad y la viabilidad a largo plazo de cualquier proyecto de gobierno en una democracia. La clave es la sinergia entre ambos componentes.
ARÓN VIERA