

Hoy viernes, 16 de mayo 2025, se cumplen 35 aΓ±os de la muerte de Eduardo Mateo LΓ³pez, mΓ‘s conocido como Eduardo Mateo, excepcional mΓΊsico, uno de los popes de la mΓΊsica popular uruguaya.
Mateo era una mezcla de Joao Gilberto, Tanguito y Syd Barrett, desde mucho antes de su muerte, el 16 de mayo de 1990, el uruguayo Eduardo Mateo ya era mito.
FanΓ‘tico de la bossa-nova y de los Beatles, inventor del candombe beat y tal vez el mΓΊsico de culto mΓ‘s influyente del RΓo de la Plata.
HABIA UN A VEZβ¦.
βHabΓa una vez un juglar de nombre Eduardo Mateo, mitad mito y mitad hombre, mitad Joao Gilberto y mitad George Harrison, que transitaba las calles menos iluminadas de Montevideo armado con un puΓ±ado de versos y una guitarra al hombro. La veneraciΓ³n de los mΓΊsicos locales por su obra y la indiferencia de siempre de los crΓticos tambiΓ©n forman parte ya de la leyenda. La historia de un tipo que nadie puede ignorar de un lado o del otro del RΓo de la Plata.
16 de mayo de 1990β¦Ese dΓa, Montevideo amaneciΓ³ mΓ‘s triste que nunca. El gris fue copando cada vez mΓ‘s pedazos de cielo y una lluvia fina, helada, empujΓ³ a toda la ciudad a sus refugios. La calle era silencio y el cielo le robaba al asfalto los colores. Con el paso de las horas, la cosa no mejoraba. Ya de noche, en el reparo del teatro, un puΓ±ado de almas secaba sus cueros del frΓo como quien se lame las heridas, todos juntos, apretujados en torno a un escenario diminuto, sin comprender demasiado aquella invasiΓ³n de tristeza que ocupaba las calles de Montevideo ese dΓa. Afuera, la lluvia fina, helada, se devoraba hasta la esquina mΓ‘s cΓ‘lida. Adentro, unos mΓΊsicos salΓan a escena.
La banda cumpliΓ³ con la faena sobriamente, pero sin destellos, como contagiados del clima enrarecido que golpeaba las puertas del teatro. Pero a poco del final, fue Jaime Roos quien desaznΓ³ a los distraΓdos: Β«SeΓ±ores, hoy se muriΓ³ MateoΒ», susurro en el micrΓ³fono, y la lluvia fina, helada, derribΓ³ la resistencia del teatro y se esparciΓ³ en la muchedumbre. No habΓa mΓ‘s para decir, aunque los mΓΊsicos cumplieron con el rito de homenajear al responsable de semejante despropΓ³sito climΓ‘tico y el pΓΊblico respondiΓ³ con los aplausos de rigor. DespuΓ©s del concierto, cada uno se llevΓ³ la noticia y la esparciΓ³ en voz baja en cada barrio, como revelando una infidencia conocida por pocos.
La lluvia fina, helada, ilustraba la noticia. Cada uno fue dejando la calle con su secreto a cuestas, buscando un refugio del frΓo, huyendo de la lluvia. En un par de horas, la madrugada. Montevideo se quedΓ³ sola, mojada, tiritando de frΓo y mΓ‘s triste que nunca. Lloraba Montevideo, con la noche de coartada, lΓ‘grimas finas, heladas. Claro, se habΓa muerto Mateo.
Β«Para Uruguay, Mateo es John LennonΒ», afirmΓ³ RubΓ©n Rada, definiendo con precisiΓ³n los contornos mΓticos que rodean al mΓΊsico mΓ‘s influyente de los ΓΊltimos cuarenta aΓ±os del otro lado del rΓo. Hablar hoy de la mΓΊsica popular uruguaya sin detenerse en la obra de Eduardo Mateo representa un sacrilegio mayor que pasar de largo la gesta del Β«MaracanazoΒ» a la hora de reseΓ±ar la historia futbolera del vecino paΓs.
Pero no siempre fue asΓ. La vida de Mateo estuvo repleta de largos perΓodos de una extraΓ±a indiferencia, cuando no de un desprecio silencioso, que uno podrΓa adjudicarle a la escasa visiΓ³n de la crΓtica musical de entonces, pero tambiΓ©n a la soberbia ignorante de cierto sector Β«polΓticamente correctoΒ» de la izquierda que ovacionaba a los cantantes panfletarios y despreciaba al resto calificΓ‘ndolos como Β«pasatiempistasΒ», en el mejor de los casos. Si a estos dos factores le sumamos una tendencia autodestructiva que marcΓ³ siempre la biografΓa de Mateo, el resultado es tan extraΓ±o como contradictorioβ (Revista Sudestada)..

