El 30 de abril se celebra el Día Internacional del Jazz, una fecha proclamada por la UNESCO en 2011 para reconocer el jazz como una herramienta de libertad de expresión, unidad y paz.
Este género musical, nacido en Nueva Orleans a finales del siglo XIX, ha sido clave en la historia de la música y la cultura, fusionando influencias africanas, europeas y americanas.
Cada año, se organizan conciertos, festivales y actividades educativas en todo el mundo para conmemorar este día. En Uruguay, por ejemplo, hay eventos en Montevideo, Punta del Este y otras ciudades para celebrar el jazz con presentaciones de artistas nacionales e internacionales.
El jazz me visita de cuando en cuando, son momentos, y siempre me queda la sensación que me falta una nota, que caiga como una lluvia y me empape con su mágico encanto para seguir disfrutándolo.
Es como si de pronto me sentara frente al escenario perfecto para perderme en las melodías envolventes del jazz.
“Hay algo en el jazz que captura tanto la melancolía como la euforia”, decía la profesora de música en el liceo. Por ese entonces mi único contacto con ese tipo de música era a través del cine. De películas “de detectives”o las policiales en las que los héroes se metían en el bajo mundo, en bares semi oscuros y con gente mala en la vuelta, y músicos negros tocando música triste o las vedettes cantando eufóricas canciones con el picoteo de los saxos y clarinetes y el gallo comiendo maní del pianista.
Mientras las películas tenían otros diálogos, la lente del camarógrafo hacia paneos iba desde los parroquianos a los músicos y como si cada nota pudiera contar una historia propia.
Un día, llegando a los ochenta, en una disquería céntrica liquidaban varios long play por poca plata cada uno. Como andaba con dinero, compré varios discos, entre ellos uno de Frank Zappa, otro de Vinicius di Moraes y Toquinho, uno de Dee Purple, uno de Paco Ibañez y uno de Herbie Hancock.
Tenía por ese entonces un tocadisco que era una valijita azul a cuadro y como que le gasté la púa en pocos días.
De Hancock no tenía idea, pero enseguida hice miga, me gustó su música. Después supe que era un tecladista y compositor legendario que ha explorado casi todos los estilos del jazz.
Algunas de sus composiciones más icónicas, Cantaloupe Island, Watermelon Man y Chameleon. Además, su álbum Head Hunters es considerado una obra maestra del jazz fusión.
De lo poco que había escuchado jazz, cada descubrimiento era una cima alcanzada. Un día de eso fue que escuché «Chameleon» una de las composiciones más icónicas de Herbie Hancock, incluida en su álbum Head Hunters de 1973.
Es un clásico del jazz fusión con una línea de bajo inolvidable y un ritmo funk que te atrapa desde el primer momento. La pieza destaca por su uso innovador de sintetizadores y teclados, lo que la convierte en un referente del género.
Recuerdo que le pregunté al Gordo Nicola si conocía esa canción y me tarareó la melodía, algo parecido a los juegos que hace Rada con su voz que imita instrumentos, sonidos y castañeos con los dedos
– La cantaste alguna vez?.- pregunte´ ingenuamente.
– «Chameleon» es una pieza instrumental.- Me dijo. No tiene letra. Su magia radica completamente en la música.
Y se puso a divagar, como siempre, con su magistral memoria y conocimiento. Haciendo ademanes me fue ilustrando: “esa línea de bajo hipnótica, loco, no tiene par. Los sintetizadores innovadores y el ritmo funk que te transporta. Es como si cada instrumento estuviera contando su propia historia, creando una conversación musical que captura la esencia del jazz fusión. Este tema fue compuesto por Herbie Hancock junto con el bajista Paul Jackson.
Jackson abre la canción, mientras que Hancock crea esa atmósfera futurista con el uso de sintetizadores y teclados eléctricos”.
En el disco decía en su caratula que los músicos que participaron en la grabación de Chameleon fueron:
Herbie Hancock en los teclados, incluido el sintetizador clavinet.
Paul Jackson en el bajo.
Bill Summers en la percusión.
Harvey Mason en la batería.
Una curiosidad interesante es que Head Hunters fue uno de los álbumes de jazz más vendidos de aquella época, marcando un cambio radical en el género y atrayendo una nueva audiencia.
Hace poco estuve mirando videos de Hancock tocando parado los teclados, con una bandolera al cuello. Hancock es conocido por usar el keytar, un teclado portátil que se lleva como una guitarra con una correa al cuello. Este instrumento le permite moverse libremente por el escenario mientras toca, añadiendo un toque dinámico y visualmente impactante a sus actuaciones. Y eso que uno lo mira en un video, me imagino lo que será verlo en público.
Con el correr de los años fui aprendiendo a escuchar, ya no estaba mi maestro junto a mi, se había ido a Brasil, de donde venían pocas noticias suyas, la mas triste fue la de su muerte.