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Hacia una Asamblea General de la Cultura, es el tiempo de las palabras que siembran futuro

 

 

 

Y que el arte, como siempre, nos marque el rumbo

 

 

Con el horizonte marcado por las prΓ³ximas elecciones departamentales, se vuelve impostergable abrir las puertas a una Asamblea General de la Cultura. No como un gesto formal o protocolar, sino como un verdadero acto de escucha, creaciΓ³n y planificaciΓ³n. Como una semilla sembrada en tierra fΓ©rtil, dispuesta a germinar en polΓ­ticas pΓΊblicas que abracen la diversidad artΓ­stica y fortalezcan el alma colectiva del territorio.

La llegada de un nuevo gobierno es una oportunidad rara vez desaprovechable. Pero en este caso, mΓ‘s que una oportunidad, es una urgencia histΓ³rica: dar voz a quienes construyen, dΓ­a a dΓ­a, desde la poesΓ­a, el canto, la escena, la palabra, el color o la artesanΓ­a, el entramado simbΓ³lico que nos da identidad.

QUÉ CULTURA QUEEMOS HABITAR DURANTE LOS PROXIMO CINCO AÑOS

Es la pregunta que late con fuerza, y que exige respuestas colectivas, profundas y accionables. Entre los temas que emergen como faros en esta travesΓ­a, destacan cuatro ejes centrales:

La cultura necesita no solo inspiraciΓ³n, sino tambiΓ©n recursos. Fondos especΓ­ficos, incentivos a la producciΓ³n artΓ­stica local y polΓ­ticas de preservaciΓ³n del patrimonio deben ser la savia que nutra el Γ‘rbol de la creaciΓ³n.

No hay democratizaciΓ³n cultural sin descentralizaciΓ³n. La cultura no puede habitar ΓΊnicamente lo urbano, debe respirar en cada plaza, en cada escuela rural, en cada rincΓ³n del departamento. Llevarla a todos los territorios es tambiΓ©n devolverle su dignidad originaria.

Centros culturales comunitarios, redes colaborativas, espacios de formaciΓ³n y diΓ‘logo entre artistas, instituciones y ciudadanΓ­a. Construir estructuras que sostengan, vinculen y proyecten.

Una hoja de ruta que celebre la identidad local, fomente la participaciΓ³n ciudadana y potencie el turismo cultural. Un calendario vivo, orgΓ‘nico, que no solo informe, sino que convoque.

Convocar a una serie de reuniones sectoriales, una por cada disciplina β€”mΓΊsica, teatro, artes visuales, literatura, artesanΓ­a, danzaβ€” y de allΓ­ recoger las voces, sistematizar las ideas y construir, con los delegados de cada rubro, un Plan de Cultura a cinco aΓ±os. Un plan que no sea un simple documento de oficina, sino un pacto de futuro.Β Porque la cultura no se impone, se cultiva. Y ese cultivo exige escucha, respeto y visiΓ³n.

Articular la cultura con el turismo y con el tejido empresarial local. La alianza entre creadores, gestores, emprendedores y el sector pΓΊblico puede ser un verdadero motor de desarrollo sostenible. Festivales que convoquen, rutas culturales que cuenten historias, campaΓ±as de promociΓ³n que hagan de la cultura un destino.Β Las alianzas pΓΊblico-privadas, los eventos con identidad y proyecciΓ³n, y la capacitaciΓ³n empresarial en el valor intangible del arte, son caminos por recorrer.

En suma, la Asamblea General de la Cultura no debe ser una postal para el recuerdo, sino un acto fundacional. Un gesto Γ©tico y polΓ­tico que permita imaginar β€”y construirβ€” una comunidad donde la cultura no sea un lujo, sino una necesidad compartida.

Es tiempo de sembrar. Que broten las ideas, que florezcan las propuestas.

Y que el arte, como siempre, nos marque el rumbo.

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